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El 1º de mayo es la fecha más universal del mundo occidental que no tiene una raíz religiosa. Hasta en eso se mida la importancia y el peso de los trabajadores, sus organizaciones y sobre todo su lucha en el devenir de la humanidad.
Cada año, en la mayoría de los países del mundo, la conmemoración tiene un doble carácter.
En primer lugar, recordar la lucha de los obreros mártires de Chicago que hace 126 años fueron asesinados por defender sus derechos y en particular el reclama de una jornada laboral de 8 horas. Es esclarecedor reflexionar sobre la vigencia de esa reivindicación, 126 años después millones de trabajadores en el mundo y miles en nuestro país tienen que trabajar mucho más de 8 horas para poder comer. Más esclarecedor es aún recordar lo que decía el The New York Times hace más de un siglo: “Las huelgas, para obligar al cumplimiento de la jornada de ocho horas, pueden hacer mucho para paralizar la industria, disminuir el comercio y frenar la renaciente prosperidad del país, pero no podrán lograr su objetivo”. El discurso de muchas patronales, de los medios afines a su concepción del mundo y de los partidos políticos que las expresan no ha cambiado esencialmente. Cualquier reivindicación de los trabajadores es recibida como un peligro para el bienestar
general y ni que hablar de lo referente a la condena y satanización de su organización y de la lucha.
El 1º de mayo entonces es un momento de recordación, de compromiso, con una historia de sacrificios, de movilización, de mártires y como no, de conquistas.
Es un momento para recordar que sin el protagonismo de los trabajadores organizados y sin su lucha no habrían sido posibles la mayoría de las conquistas que hoy caracterizan la vida cotidiana de todos nosotros, incluida la democracia política, los derechos humanos, los derechos de la mujer.
En segundo lugar, es una oportunidad para que los trabajadores organizados expresen su opinión y sus propuestas sobre la realidad nacional. En toda la historia del Uruguay, aunque hasta hace muy poco había sido olímpicamente ignorado por la historiografía oficialista, los 1º de mayo marcaron centros de las luchas democráticas. Eso es mucho más claro aún, a partir de la unificación sindical en la CNT y en nuestra historia reciente. Los 1º de Mayo en dictadura fueron un faro de libertad. Lo fue el 1º de Mayo de 1980 una jornada de lucha hacia el NO a la dictadura salvajemente reprimida, con un trabajador metalúrgico muerto y cientos de detenidos y torturados. Lo fue el 1º de Mayo de 1983, varios meses antes del Obeliscazo, primera jornada masiva de expresión callejera contra el fascismo. Y también el de 1984 reclamando libertades, salario y amnistía para los presos políticos.
Por eso es tan trascendente valorar la importancia, histórica y actual, del 1º de Mayo, es la fecha y el momento en que a través de sus propuestas los trabajadores, la principal fuerza social organizada del país, fijan su posición, sus prioridades y lo hacen en la calle y movilizándose.
Concretar los cambios
La realidad ha cambiado, no en poca medida fruto de la lucha de los trabajadores que tiene una expresión central en los 1º de mayo, hoy estamos ante otro Uruguay.Eso se expresó en el tono y el contenido de los discursos del 1º de Mayo. Pero como la cobertura mediática genera una dimensión y una visión que no siempre, o mejor dicho casi nunca, es reflejo fiel de la real. Conviene hacer algunas puntualizaciones.
Se habla “del acto del 1º de mayo” aunque todos sabemos que el PIT-CNT realiza, tradicionalmente ya, más de 30 actos a lo largo y ancho del país. Por lo tanto la movilización es en número y proyección geográfica de carácter nacional.
Este año tanto en la cobertura previa como en la posterior al acto central los medios dieron especial destaque a que en los discursos se tocaría y luego que se tocó el tema de la inseguridad ciudadana. Eso efectivamente ocurrió, pero el énfasis puesto en el punto, invisibiliza el resto de los planteos e incluso le otorga a la seguridad una centralidad que no tuvo.
No tiene que ver con la novedad, el PIT-CNT en su Congreso abordó el tema, por citar solo un antecedente. Tiene que ver con algo más profundo y con un debate que no hay que rehuir. Se trata de quien y cómo marca los ejes del debate ciudadano y de las prioridades públicas.
El PIT-CNT abordó el tema de la inseguridad, eso es un hecho. Lo hizo desde una postura que viene desarrollándose hace tiempo. Condenó por falaz e ineficaz la propuesta de bajar la edad de la imputabilidad y sobre todo, el discurso criminalizador de los jóvenes y sobre todo de los jóvenes pobres en la que tal campaña se sustenta.
Reivindicó la necesidad de seguir avanzando en la inclusión social, de generalizar experiencias como la de los jóvenes del INAU trabajando en fábricas y entes del Estado, con tutorías de organizaciones sindicales e integrándose al mundo del trabajo. Reclamó que se persiga y se combata el tráfico de drogas, en especial de la pasta base, realizado por mayores de edad y no por menores, del que todos los jóvenes son víctimas.
Pero en los cuatro discursos las propuestas fueron mucho más amplias y los ejes marcados como principales bien diferentes. Ocurre que la derecha, con la campaña de firmas y también con la campaña mediática, quiere y por momentos consigue instalar sus ejes y hacer invisibles los demás.
Así trabaja la derecha. Los trabajadores y el movimiento sindical apelan a los argumentos, las propuestas y a su movilización para instalar los suyos.
El PIT-CNT sostuvo que llegó el momento de concretar los cambios. Valoró lo alcanzado por la combinación de la lucha y los innegables avances de los dos gobiernos del Frente Amplio. Pero no dejó lugar a dudas: se necesita más, se necesita avanzar y profundizar los cambios.
Reclamó avanzar en la redistribución de la riqueza, en el cambio de la matriz productiva del país para zafar de la primarización y en la democratización del Estado y de la sociedad, como los tres ejes centrales. Ejes que, además, articulan la Plataforma Programática de 40 puntos aprobada en el XI Congreso del PIT-CNT realizado el año pasado.
Abogó por profundizar el papel del Estado en un doble sentido: a través de la inversión pública y a través de emprendimientos productivos de las empresas públicas. Valoró la inversión privada, aunque señaló que debe respetar la ley, pero también reclamó que se terminen las trabas para desarrollar emprendimientos productivos con otras formas de propiedad.
Pidió que se profundice la Reforma de la Salud y señaló incongruencias presupuestales, de asignación de tierras y de recursos para la Vivienda declarada como emergencia nacional.
Condenó la violencia doméstica y exigió garantizar los derechos de las mujeres trabajadoras a igual salario, condiciones dignas de trabajo y salas de lactancia.
También reclamó sin tapujos que se terminen las dilatorias, se despenalice el aborto y se termine con el negocio y las muertes de mujeres por esa causa.
También recordó a los desaparecidos, se valoró la recuperación de los restos del maestro Julio Castro y del dirigente de AUTE, Ricardo Blanco y también la eliminación de las trababas legales que protegían la impunidad. Reafirmó el compromiso histórico del movimiento sindical con verdad y justicia.
La solidaridad internacional no estuvo ausente: con las luchas de los trabajadores europeos enfrentando el brutal ajuste con que la derecha en el gobierno responde a la crisis en aquel continente y especialmente con Cuba y su revolución.
Todo eso pasó el 1º de Mayo. Esos fueron los ejes planteados, en forma responsable, madura, con propuestas, pero también con combatividad, independencia y reafirmando la voluntad de lucha. “No daremos un paso atrás”, se dijo.
Todo eso se dijo y se planteó. Por allí quieren los trabajadores que pasen el debate nacional y la acción de gobierno. Por todo eso luchan y no sólo por lo que dicen los titulares de los grandes medios.
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