Los trabajadores son un actor central de la escena política del Uruguay. Lo son hace muchos años y han jugado un papel decisivo en los principales acontecimientos de la historia reciente y no tanto de nuestro país.
No se puede explicar el Uruguay si no se toma en cuenta a los trabajadores. Lo anterior no es una definición teórica axiomática ni una expresión de deseos, justos, pero deseos al fin. Es una realidad palpable y concreta, conquistada con décadas de acumulación, aprendizaje, lucha y elaboración política e ideológica.
Los trabajadores son una clase social y en tanto tal tienen diversas formas y maneras de expresarse y organizarse: ideológicas, sociales y
políticas. El peso que hoy tienen los trabajadores en la realidad nacional no se habría conseguido si no se hubieran construido una serie de herramientas que lo hicieran posible.
La construcción de un movimiento sindical fuerte, combativo, clasista, democrático y de masas, es una de las herramientas fundamentales. Un planteo y a la vez conquista estratégica, que posibilita y a la vez potencia, ese rol de los trabajadores es la unidad. La unidad es una conquista estratégica de los trabajadores uruguayos y lo es en varios sentidos.
Para entender su importancia hay que verla en todas sus dimensiones. Empieza por los sindicatos únicos de base que permiten una mayor fuerza para luchar contra la patronal específica y educan, desde lo concreto, en la democracia interna, la participación y el valor de la unidad como herramienta de lucha. Se continúa en los sindicatos únicos de rama, que es un nivel superior de unidad, que permite a los trabajadores trascender las reivindicaciones específicas de su lugar de trabajo, pensar su trabajo, la organización del mismo, elaborar en el terreno programático, involucrarse en la sociedad.
Lo anterior se completa en la construcción de una central única, que proyecta la unidad a un nivel superior, le otorga proyección estratégica y es una conquista política, que no es lo mismo que partidaria. Es política en el sentido que permite a los trabajadores aumentar su peso e influencia en tanto tales, como clase social, en la sociedad.
La unidad en su nivel superior, en una central única, se sustenta y se proyecta, si se apoya y se construye en los otros niveles de unidad: sindicatos de base y de rama. No es una entelequia o una construcción abstracta. La existencia de ese nivel superior de unidad, en una central única, facilita y fortalece a su vez, en una relación dialéctica, la existencia y formación de los otros niveles, en los lugares donde aún faltan o son incipientes. Pero también cualquier debilitamiento en los niveles de base golpea y erosiona la unidad general.
La unidad es entonces una herramienta clave para los trabajadores, sindical y política, y quien atente contra ella, debilita a los trabajadores todos, a su potencia reivindicativa, a su capacidad de lucha, a su peso en la sociedad.
La derecha y El País
Las patronales, sus expresiones sociales, los partidos de derecha y los medios de comunicación que le son afines, lo tienen claro y actúan y actuaran para disminuir el peso de los trabajadores. Para ello desarrollan diversas prácticas que empiezan por la represión lisa y llana, desde el Estado cuando tienen el gobierno, y a través de despidos, listas negras o envíos selectivos al seguro de paro. Pero también despliegan una campaña sistemática de desprestigio del movimiento sindical y de sus principales referentes.El diario El País ha sido, históricamente, el vocero de lo más reaccionario y conservador de la sociedad uruguaya, y dentro de su prédica siempre ha tenido un lugar destacado el ataque al movimiento sindical, a los trabajadores y a sus expresiones políticas.
Cabe recordar que el acto máximo de El País contra los trabajadores fue su apoyo al golpe de Estado y a la dictadura, la publicación de listas de dirigentes sindicales requeridos. El 27 de junio de 1978, en el quinto aniversario del golpe de Estado, El País se desnudaba en su editorial y escribía: “Han surgido las versiones de que en el Uruguay soportamos una de las dictaduras más crueles y repugnantes de América Latina, burda especie a la que se procura dar patente de verdad en el exterior por medio de datos estadísticos ridículos sobre uruguayos asesinados, presos, torturados o forzados a abandonar el territorio nacional”.
Este compromiso ideológico antisindical de El País tuvo más expresiones destacadas. En 1987, sin un centímetro de autocrítica por su respaldo al terrorismo de Estado, El País señalaba los dos peligros que enfrentaba el Uruguay y planteaba sus objetivos: “Terminamos un gobierno de facto. Ahora quedan dos gobiernos de facto: los sindicatos y la Universidad. Hay que democratizarlos”. Más claro imposible y lo decían hace 26 años. Lo siguen pensando y siguen operando para ello.
Es en ese marco que deben entenderse los ataques, que desde la misma página editorial, esa que decía que no había presos, ni torturados, la misma que escribió con todas las letras que el movimiento sindical y la UDELAR eran “gobiernos de facto”, se realizaron hace pocos días contra el PIT-CNT, los trabajadores y en particular, faltaba más, contra dos dirigentes comunistas, Marcelo Abdala y Gabriel Molina.
En el editorial acusa Abdala y Molina de promover un “PIT-CNT afiliadoal marxismo sin más vueltas”. A la central obrera de tener una propuesta que conduce “a un Uruguay marxista, con reforma agraria, estatización de la economía y reducción del capital extranjero”. Habla de un PIT-CNT “cada vez más devaluado ante la opinión pública” y duda de su representatividad en afiliados.
Como en sus mejores épocas el diario de las patronales, la derecha y la dictadura, distingue entre dirigentes sindicales malos y “monolíticos” y otros buenos a los que califica de “orejanos” como Richard Read. El movimiento sindical uruguayo es suficientemente maduro para no caer en estas maniobras tan burdas.
El País y la derecha saben muy bien que una cosa es un gobierno del Frente Amplio con un movimiento sindical fuerte, organizado, movilizado, con capacidad de propuesta y de incidencia y otra cosa sin él. Y por supuesto le duelen los comunistas, el anticomunismo es parte del ADN de El País, conforma su esencia filosófica.
Los desafíos de la unidad y la lucha
Ese es el enemigo, ese es el discurso que hay que enfrentar. Defender la unidad, construirla cada día, con discusión, con debate, con respeto y con lucha común es la mejor y la única respuesta posible.El movimiento sindical uruguayo debe nuclear, representar y defender a todos los trabajadores, públicos y privados, urbanos y rurales, mujeres y hombres, cualquiera sea su credo, su ideología y su definición política. El PIT-CNT no fue, no es y no será marxista, pero si es clasista y se propone la conquista de la libertad plena de los trabajadores, es decir la eliminación de la explotación. Eso es independencia de clase y hasta las últimas consecuencias.
Porque la unidad necesita y permite perspectiva de clase, por eso es estratégica. Permite trascender la acción reivindicativa y la incluye en una batalla general. Para usar el lema histórico de la CNT, la unidad permite la solidaridad y eleva la lucha a un nivel superior.
Es en ese sentido que el PIT-CNT ratificó su estrategia de avanzar hacia realizaciones programáticas que abran una nueva etapa de cambios, con movilización, con una táctica común que inscriba las reivindicaciones concretas en la lucha general por el programa, que promueva la más amplia participación de masas en cada medida que se tome y apostando a involucrar a sectores populares más allá de los sindicatos, evitando el aislamiento. Es por eso que el movimiento sindical convocó y trabaja en la Concertación para el Desarrollo Productivo.
El fortalecimiento del movimiento sindical y de su unidad, el peso de los trabajadores en la sociedad, es un problema central y estratégico de cualquier proceso de cambios y de cualquier perspectiva de acumulación de fuerzas y revolucionaria. La unidad es una condición necesaria para estas dos perspectivas y para la transformación de una en otra.
La derecha la ataca, la izquierda, toda la izquierda, debe defenderla y desarrollarla. En todos los momentos y en todos los lugares. EL POPULAR ha hecho de ello un compromiso de existencia, seguimos en él.